14 marzo 2007

Tiempo y trabajo

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Puesto que me citas a Platón, intentaré contarte una duda filosófica o al menos vital que últimamente me inquieta. Se trata del tiempo y del peso que el trabajo tiene en él. Creo que lo que más limita al ser humano es el tiempo, es lo único que nos atenaza a todos, en él todos somos iguales, ni los más ricos ni los más poderosos pueden controlarlo o manipularlo. Lo único en lo que nos aventajan a los demás es que pueden deshacerse de ciertas cosas para dedicar su tiempo a lo que verdaderamente desean hacer. Los demás... por una parte tenemos que trabajar. Vivimos en una sociedad en la que para vivir es necesario trabajar. Dentro de esa premisa, cada uno intenta elegir el trabajo que más le llena o en el que más puede aportar, intenta que ese tiempo se dedique a algo lo más interesante posible. Muchos no logran siquiera encontrar un trabajo, otros encuentran uno que no merecen, donde no pueden desarrollarse ni aprender nada, donde no pueden aportar lo que saben ni crear nada. Eso genera frustración, siempre ligada al tiempo mayoritario que ocupa el trabajo en la vida. Si uno pasa ocho horas cada día -en realidad, si el horario es partido, todo el día, desde la hora del desayuno hasta la hora de la cena- en el trabajo, y encima éste no tiene otro sentido que el de ganar dinero, uno siente que está malgastando su tiempo, lo único que el ser humano no puede recuperar ni regenerar. Uno ve más al compañero de trabajo que al compañero de vida, al amigo o a la familia. Uno llega tan cansado que no puede dedicarse a lo que verdaderamente le gusta o le alegra: charlar, leer, escuchar música, escribir, ver una película, pasear... Y el fin de semana, único momento en que se puede disfrutar el sol, a veces uno está tan cansado que no quiere más que descansar tranquilamente y no moverse del sofá. O, en otros casos, salir y olvidarse de todo, trasnochar y luego dormir hasta tarde. ¿Cuándo se dedica uno, entonces, a su vida? Si la circunstancia de uno se convierte meramente en su trabajo, pues en él se instala la mayor parte de su tiempo, ¿cómo salvarse? El problema no se aligera cuando uno encuentra un trabajo que le gusta o que, al menos, le permite no aburrirse y desarrollarse. Cuando esto sucede, parece que hay que estar agradecido. Hay que dar las gracias, y sentirse afortunado, aunque en realidad el dominio del trabajo sobre la vida sigue siendo el mismo. Uno sale a las 8 de casa y vuelve a las 9 o a las 10 de la noche... pero tiene que estar contento. He ahí el dilema que surge: ¿es mejor un trabajo que me guste pero que me ocupe todo el día y me impida hacer mi vida, o uno que no me aporte nada -ser funcionario o algo así- pero que me deje medio día libre para lo que quiero? No encuentro solución a ese dilema. Parece evidente que la primera opción es la mejor, porque al menos uno no siente que está perdiendo su tiempo en algo que no le importa ni le aporta. Pero, ¿cómo se logra encontrar tiempo para hacer lo que uno desea? ¿y para estar, simplemente, un rato a solas y poder reflexionar? ¿ y para estar con los demás? ¿Cómo construir con las migajas del tiempo que quedan el resto de tu vida? Al final uno pasa el noventa y cinco por ciento de su vida consciente -no mientras dormimos- dedicado a trabajar para otra persona, mientras que le quedan una o dos horas al día para dedicarse a uno mismo, horas lastradas por el cansancio acumulado durante la jornada. Y encima parece que hay que celebrarlo, porque uno logra así dinero que le permite pagar una casa, comer... ¿pero vivir?
No lo sé, no lo entiendo, no encuentro una solución. Me doy cuenta de lo afortunada que he sido hasta ahora y de todo el tiempo propio, mío, que he malgastado y que añoraré cuando me falte. No sé qué elegiré cuando me toque. ¿Un trabajo esclavo en una editorial, que me aporte pero que me impida hacer otra cosa que trabajar y luego descansar del trabajo? ¿O un trabajo superfluo que me ocupe media jornada y me deje la otra media para desarrollar mi verdadera vocación?.
Parece que los hombres de hoy en día no podemos construir nuestra vida ni orientarnos hacia nuestra vocación, estamos cercados o inmersos en la circunstancia. En este momento, no una circunstancia histórica difícil como pueda ser una guerra o una dictadura, sino tan sólo una circunstancia social en que el trabajo -y el trayecto de ida y de vuelta- nos envuelve. No tengo nada en contra del trabajo en si, espero que lo entiendas, sólo me preocupa el hecho de que la vida sea sólo trabajo y descanso y trabajo y descanso sin lugar para la reflexión, para la amistad, para el amor, para el arte, para el aprendizaje, para las cosas que realmente hacer que merezca la pena estar aquí. No sé de dónde viene esta injusticia. Por qué nuestro padre ha pasado más horas de su vida con su secretaria que con su mujer, más horas en los autobuses y metros que yendo al cine... No entiendo por qué no es posible conciliar mejor la vida con el trabajo. La vocación con la circunstancia.

13 marzo 2007

Las razones de las cosas

Hola Clari, buceando en un libro que sin duda te es muy conocido, encuentro esta cita del Parménides de Platón que me apetece compartir contigo:

«Es hermoso y divino el ímpetu ardiente que te lanza a las razones de las cosas; pero ejercítate y adiéstrate mientras eres joven en estos esfuerzos filosóficos, que en apariencia para nada sirven y que el vulgo llama palabrería inútil; de lo contrario, la verdad se te escapará de entre las manos».

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12 marzo 2007

fare thee well, miss carrousel

Un regalito con mala baba...la versión de Van Zandt con banjo y todo para que veas que no es tan horrible!